Opinión

Tiger calló muchas bocas

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Carmela Fernández Piera | Martes 16 de abril de 2019

Ayer el mundo del golf vivió uno de los momentos más esperados e inesperados a partes iguales. Personalmente, siempre creí en él; confié en que volveríamos a vivir el momento tan emocionante que vivimos al verle meter el putt ganador del Masters de Augusta; al verle celebrarlo con esa expresividad tan diferente, tan distinta a la que tantas veces habíamos visto al ganar uno de tantísimos torneos; y aún más al ver el abrazo con su hijo. Fue un momento especial, que pone los pelos de punta.






Un momento que significa mucho para el golf mundial. Significa en primer lugar que en este deporte nunca debes tirar la toalla porque, al igual de injusto y humillante que puede llegar a ser, también te da más oportunidades, como la vida misma. Es el deporte más longevo y nunca se puede decir que un jugador está acabado –y lo hemos visto también con los detractores de Sergio García que aseguraban que jamás ganaría un Grande…- , ni aunque esas palabras salgan del propio jugador. Es pura resiliencia, que es la capacidad que desarrollas para saber sobreponerte y superar las situaciones más adversas y salir reforzado de ellas. Y ayer lo vimos personalizado en Tiger Woods.

Significa que si luchas por lo que crees y quieres, lo puedes conseguir. Y vaya si Tiger ha luchado, teniendo todo en contra, no solo a la opinión pública sino todas las lesiones a las que se ha tenido que enfrentar.

Significa que no se debe juzgar. A pesar de que muchos titulares se hayan afanado en regocijarse en el pasado más turbio de Tiger, está claro que hay que mirar hacia un futuro porque por encima de esos borrones están todas esas victorias que con aplomo le llevaron a ser durante años el indiscutible número 1 del mundo, y pronto puede volver a serlo.

Significa respeto, porque todo el mundo puede cambiar. Aquellos que aseguraban con aplomo que Tiger no volvería a ganar, y cuando ganó en el año 2017 dijeron “no, me refiero a un Major”, han aprendido una la lección. La leyenda ha vuelto más fuerte que nunca y, además, más humano y con mejor carácter.

Significa superación. Porque lo que dio Tiger ayer fue una verdadero lección de lucha, de humildad, de aguante y, sobre todo, de golf.

Era el lugar, era el momento y la ocasión, en el mismo sitio en el que hace 22 años el jovencísimo Woods hacía historia al ser el más joven en ganar, Tiger ha vuelto a hacer historia y qué mejor que en el Masters de Augusta.

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