Si me tuvieran que dar a elegir entre el Fish & Chips del Reino Unido, uno de los platos que más se consume en las carpas de cualquier Open Championship, o el sandwich de huevo del Augusta National, sinceramente y habiendo probado los dos en los dos mejores Majors del Mundo del golf, he de confesar que no me quedo con ninguno.
Pero ni el Masters de Augusta ni el Open Championship, siendo los dos mejores torneos de golf del mundo, luchan por ser los mejores torneos de golf en donde mejor se come. La comida en Augusta o en cualquiera de los campos que componen la actual rotación del Open Championship nunca destacarán por eso.
Pero sí por reunir cada año a los mejores jugadores del mundo que darían buena parte de las ganancias de toda su carrera por levantar la famosa Claret Jug o ponerse sobre sus hombros la Chaqueta Verde de socio de Augusta.
Desde siempre ha existido el debate de que torneo era mejor, cual el preferido de cualquier aficionado o incluso de cualquier profesional. El que ha ganado el Masters quiere un Open Británico y el que nunca ha logrado la Chaqueta de Augusta moriría por ella, aun habiendo ganado el Open.
Como aficionado prefiero el Masters de Augusta, quizá porque es el único Major que se juega siempre en el mismo campo. Es cierto que el Open tiene también un carácter muy especial y que cualquiera de los campos británicos en los que se juega el Open tiene una personalidad propia muy definida, pero la perfección del Masters, su campo, su hierba perfectamente segada, el blanco nuclear de sus búnkers, la velocidad de sus greenes y las cientos de fotografías que cada uno guardamos en nuestra retina de casi cada rincón del campo, hacen que el torneo de Bobby Jones sea el preferido para mí.
Una vez me hice una pregunta ¿Si pudiera elegir hoy a que torneo me gustaría ir, sólo a uno, al Masters o al Open Championship a cuál iría? Yo, sin duda, al Masters ¿Y usted?
Sobre la comida también lo tengo claro: entre el sandwich de huevo y el Fish &Chips, un buen cocido, no hay color.