Opinión

Amiguetes

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Guillermo Artola | Martes 07 de junio de 2016
Hoy he jugado un torneito de esos de amiguetes y puedo sacar un montón de consecuencias que comentar aquí. La primera es lo mucho que me gusta jugar al golf, sobre todo cuando se trata de competición, por más que ésta no tenga importancia.

Al reto que supone pelearse contra el campo y contra mi propia torpeza técnica se suma la pelea contra el resto de jugadores y, ya digo, me encanta. Gracias a Dios, o al recurso mental que sea, se nos olvida un poco lo mucho que nos gusta, y así, por ejemplo, yo había jugado una sola vez en lo que llevamos de 2016 debido al trabajo y, sin embargo, no había secuestrado un autobús lleno de niños o de jubilados como justa muestra de indignación.






La segunda circunstancia que puedo enumerar es que me encanta El Encín. Es un campazo suficientemente largo, lleno de “bunkers”, con unos “greenes” imposibles y sin embargo me encanta. Este recorrido puede prepararse para los profesionales y volverles locos, y curiosamente, desde las barras amarillas un pardillo como yo puede jugar bien y salir de allí bendiciendo a su diseñador.

Otra cuestión remarcable es que hay que protegerse contra el sol, porque el mismo hombre que ha inventado un deporte tan apasionante como el golf, que ha pintado Las Meninas, que ha compuesto la Quinta Sinfonía o ha tenido una hija llamada Charlize Theron, ese mismo hombre se ha cargado la capa de ozono y en una mañana te quemas de manera que los siguientes días te acuerdas más de lo que te pica la piel que del recorrido que jugaste.

Por último, del día de hoy puedo decir que he jugado unos nueve primeros dignos de haber sido grabados. Al acabar estos nueve llevaba una proyección como para ganar de calle el torneo y con mucha ventaja. Y he empezado bien los nueve de vuelta, con un fallo en el once pero con un“birdie” en el trece para compensar, hasta que me ha asaltado el cansancio de la falta de entrenamiento por no jugar casi nada y la desesperación por la lentitud del partido de delante, que cuando ven golf profesional se fijan mucho en las rutinas y en el proceso seguido en el “green”, y olvidan que imitar tanto a los jugadores para acabar haciendo ocho en un par cuatro es tan ridículo como desesperante para el partido siguiente en el que, quizás, va un tipo que está jugando como los ángeles y va a perder la concentración y el juego por esta tardanza.

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