Opinión

Una mala noticia

Opinión

Guillermo Artola | Martes 06 de octubre de 2015
En una temporada en que los resultados de los españoles no han sido tan brillantes como acostumbran, el broche final ha sido la pérdida de la tarjeta por parte de Gonzalo Fernández Castaño, algo que obviamente no es una buena noticia.

Estoy seguro de que Gonzalo jugará bastantes torneos esta próxima temporada como para ganar la tarjeta de nuevo entre invitaciones y clasificaciones en las previas, porque es indiscutible su calidad, su categoría como golfista y su capacidad de conseguir buenos resultados hasta en el infierno.






Durante los años que jugó el Circuito Europeo ganó siete torneos, casi uno por temporada desde que empezó a vencer, y el año pasado decidió marcharse a Estados Unidos con toda la familia. No sé si la presión de haber dado un vuelco a su vida o la simple mala suerte ha rematado una temporada en que los resultados no han sido lo suficientemente buenos y no ha conservado la tarjeta regular ni se ha metido entre los veinticinco primeros del web.com, el circuito menor que permite ganar la exención para el PGA Tour si se acaba delante. En fin, lo dicho, mucha suerte en el futuro y la confianza de que Gonzalo tiene un hueco en aquel golf y volverá a jugar temporadas completas con mejores resultados que en ésta.

Mientras se jugaba el torneo final del web.com más allá del Atlántico, en Escocia se disputaba el Pro-Am más importante del Circuito Europeo, el Alfred Dunhill Links, en el que hemos visto ganar a Thorbjorn Olesen, la tercera vez que lo hace en Europa, y hemos podido presenciar también un “yip” en toda regla.

El protagonista ha sido Ernie Els, lo que no deja de ser sorprendente. Todos hemos oído hablar de esos casos en que los nervios de un golfista le juegan malas pasadas, el ejemplo arquetípico es Bernhard Langer, y estando colocado para patear las manos se disparan y actúan por su cuenta, lo que concluye en un “putt” que roza el ridículo y que hace pensar al que lo sufre en dejar este deporte.

Espero que este problema sea una simple anécdota y no se convierta en crónico en el juego de uno de los golfistas más grandes de los últimos tiempos que atesora, a mi modo de ver, un “swing” elegante como ninguno.

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