que el año pasado acabó cuarto en la clasificación general y que por esa razón está este año disputando esta septuagésima novena edición, salía con todas las ganas del mundo para demostrar que con 51 años podía optar a soñar, cuando menos, en convertirse en el jugador más longevo en ganar un torneo del Grand Slam.
El propio Olazábal, que había estado entrenando con él todos estos días previos al torneo aseguraba que "esta jugando muy bien, está muy fino y es capaz de cualquier cosas aquí", decía. Y su comienzo no había sido nada malo, con un solo bogey en el hoyo 2 que arregló en el 9 con un espectacular birdie y con 36 golpes -al par- que hacían que pudiera soñar con un buen resultado al final de la jornada.
Pero las cosas se torcieron muy pronto para un Jiménez que en la reanudación de su recorrido encadenó cinco bogeys y un doble bogey en el 13 que le dejaban, como a Chema, con siete sobre par. Pero a pesar de ese mal resultado, el malagueño sacó fuerzas de flaqueza para terminar en el 16 con birdie y par en el 17 y 18 que le dejaban con esos +6 y con la obligación de hacer mañana una gran vuelta si quiere estar, como ya hizo el año pasado, el fin de semana en el primer Major de la temporada.