Por fin, ya estamos en la semana de la Ryder Cup y no veo el momento de que empiece la competición. Por supuesto que me gustará ver al equipo europeo ganando al americano, no hay duda, pero no es lo más importante.
Propongo un modo de ver las cosas más imparcial que hace que el disfrute sea seguro porque no depende de quién gane. A los que nos gusta el golf, el juego por hoyos y la competición por equipos que la Ryder ejemplifica no debería resultarnos difícil disfrutar en exclusiva del buen juego, del desarrollo de la estrategia y de la garra que algunos jugadores exhiben en estos casos aun cuando lleven una temporada jugando mal.
Ejemplos de esto último pueden ser el Sergio García y el Ian Poulter de la edición anterior, que llegaron a Medinah con un juego más bien pobre y no sólo supieron sobreponerse, sino que el inglés se convirtió en el talismán del equipo europeo y supo cargar sobre sus hombros la responsabilidad de ponerlos en marcha hasta levantar los cuatro puntos que al comienzo del último día tenían los americanos de ventaja.
La cara de loco de Poulter asustaba y la verdad es que fue el Seve de los tiempos modernos, aunque las características del juego de ambos fueran bien distintas. Dicho todo esto, a quien quiero engañar, espero como vosotros que no tengamos que acogernos a lo disputada que estuvo la competición o a lo emocionante del resultado final, y machaquemos a los americanos con todas las de la ley, porque eso es lo que ellos querrían hacer si tuvieran ocasión, y más después de la cara que se les quedó en Chicago hace dos años.
También tengo que decir que las lesiones y no sé qué más vicisitudes han impedido a Tom Watson montar el equipo exacto que él quería, lo que a priori parece una ventaja para McGinley, pero yo haría una excepción en esta afirmación porque los problemas físicos de Tiger han impedido que entre en el equipo y creo que eso va a ser mejor para ellos que para nosotros.
Woods nunca ha hecho un gran papel en la Ryder, 13 partidos ganados, 17 perdidos y 3 empatados y encima se convierte en un problema para el capitán a la hora de sentarle en el banquillo y, sobre todo, al emparejarle. Parece un contrasentido, pero lamento que Tiger no juegue. En fin, el martes próximo celebraremos la victoria europea.