Tarde de domingo, nueve grados bajo cero en la calle y se me ocurre ir a un centro comercial. ¡Que locura! También es Navidad en China. Me dirigí rápidamente a la sección golf.
Un jersey de una marca conocida yanqui, 6600 RMB, casi mil euros, y no incluye hacer birdies con el puesto. En China el golf se resume en apariencia, en gastar, en palos dorados, en ser socio de un club (más de un millón de RMB es la cuota en Bayhhood number 9) pero nada de reglas, higiene postural, ejercicios de calentamiento, reglas...
Dice Greg Norman que llegaremos a 40 millones de golfistas. Según estudios publicados en 2013, los practicantes de golf no tienen acceso a los campos y se conforman con dar bolas; nunca visitaron la zona de approach ni el putting green. En China el sueldo medio son 3000 RMB y jugar un día en cualquier club cuesta como media mil. A mí no me salen las cuentas.
Eso, en un centro comercial de lujo, otro día hablaremos de las grandes superficies comerciales que ofrecen golf, donde los aspirantes practican sus swings en medio del pasillo y pasear se convierte en un deporte de riesgo.
En China, el jugador local busca gastar lo máximo, y el extranjero, el turista, los palos falsos. Y en cuanto a la docencia, el profesor chino no suele tener sin titulación específica y es jugador PGA, normalmente australiano, con precios desorbitados (sobre los 1000 RMB una hora). Incluso 1600 en Mission Hills.
Grandes jugadores precedidos de empresas norteamericanas diseñan y construyen por doquier, sin leyes. En Pekín existen 70 campos y sólo uno legal. Empresas que venden un nombre, aunque muchas veces ese nombre no sabe ni siquiera que esa instalación existe. Yo trabajé en verano de 2011 en el Jack Nickauls School. ¿Sabe Jack los productos que se comercializan con su nombre?