No ha podido ser. Ni siquiera a la cuarta fue la vencida. Pero esta tercera derrota consecutiva ha sido, seguro, la que más daño nos ha hecho en nuestro orgullo, porque todos nos lo creímos. Tenía sentido para todos, excepto para el Comité Olímpico Internacional.
Todos los esfuerzos de tantos años y tantas personas trabajando en este proyecto, tanto trabajo por dar una imagen de estabilidad en todos los sentidos, grandes esfuerzos económicos para poner en marcha una infraestructura beneficiosa para la ciudad independientemente de la candidatura, tantas ilusiones de todos los madrileños y muchos españoles... se fueron al traste a la primera de cambio. Porque eso ha sido lo duro, que haya sido a la primera de cambio y de una forma que pensábamos equívoca - ¿un empate con Estambul en la primera criba?- e inesperada.
Ilusiones que se han ido al traste en cuestión de segundos. Ilusiones no sólo de los madrileños, que con sus más de 75.000 voluntarios a 7 años vista de los Juegos Olímpicos se comprometían con la causa -cuando durante todos los Juegos de Londres no llegaron a superar los 50 mil-, sino de los grandísimos deportistas que han encabezado la candidatura demostrando que el deporte español se lo merece, como Pau Gasol, Rafa Nadal, Mireia Belmonte, Iker Casillas en nombre de la selección española de fútbol actual campeona del Mundo... Ilusiones de verdaderos embajadores de lujo como son también Antonio Banderas, Plácido Domingo o Alejandro Sanz. Ilusiones de muchas personas de peso, y de otros muchísimos anónimos que, en el fondo, soñábamos con una recuperación del país. Y no digamos ya del mundo del golf...
Pero estas decisiones tan negativas te obligan a hacer autocrítica: está claro que fuera de España no se nos ve ni se nos considera como nosotros querríamos, y como hemos intentado a través de esta candidatura. Hoy se ha demostrado que no damos ninguna garantía de estabilidad política ni económica.
Y dicho esto, no me creo, por mucho que lo intento, que las candidaturas de Tokio o Estambul sean mejores que la madrileña. Una candidatura que ha apelado a la lástima del tsunami y que no ha sabido salir airosa a las preguntas sobre el riesgo de Fukushima, y otra que se ha encontrado en las mismas circunstancias sobre la inestabilidad e inseguridad de su país, no me convencen.
Vale que en toda competición tiene que haber un ganador y el resto, perdedores, pero como exigen unos Juegos Olímpicos, debe ser jugando limpio. Y sinceramente, me surgen mil dudas que en anteriores ediciones, que nos encontramos en la misma situación, ni me planteé. Ahora sí.
Aunque de toda derrota hay que sacar lo positivo, y yo de esta me quedo con el papel que ha hecho una vez más el Príncipe Felipe, que se crece en los Juegos Olímpicos; que los españoles aún tenemos la capacidad de ilusionarnos cuando nos unimos por un objetivo; y que hay que salir reforzado y demostrarle al mundo, y en especial al COI, que en el 2020, los Juegos Olímpicos debían haber sido en Madrid.