Guillermo Salmerón | Lunes 01 de octubre de 2012
El último domingo de septiembre de 2012, el día 30, no lo olvidaré en mucho tiempo. Los buenos recuerdos dicen que siempre quedan en nuestra memoria y que los malos van desapareciendo poco a poco. Espero que en mi frágil recuerdo quede por siempre la remontada del equipo europeo en la Ryder de Medinah con el transfondo de un homenaje a Seve absolutamente merecido.
No era imposible. Era absolutamente imposible pensar en que el equipo europeo podia ganar esta trigésimo novena edición de la Ryder Cup. Por muy optimistas que fuéramos, por muy seguros que estuvieramos de la valía de los 12 integrantes del equipo y de la calidad de su capitán, el solo hecho de pensar que Europa ganaría ocho de los doce partidos en juego era casi ridículo.
En 1999, no hace tanto, en el Country Club de Brookline, en Massachusetts, el equipo americano estaba capitaneado por Ben Crenshaw. Tras los Foursomes y los Fourballs Europa aventajaba a Estados Unidos en cuatro puntos pero los americanos sabían que su baza estaba en los individuales y que si ganaban ocho partidos podrían conseguir la victoria.
En aquel equipo europeo estaba, entre otros, José María Olazábal ayer capitán. Su homólogo norteamericano Davis Love III hizo referencia a aquella edición tras perder en Medinah. “Me he quedado sin palabras, no puedo reaccionar. Ahora sé lo que ellos sintieron en el 99 en Brookline cuando remontamos nosotros. Todavía estoy en estado de shock".
Pero quienes nos hemos quedado en estado de shock hemos sido los miles de aficionados que hemos seguido la Ryder en una tarde que queríamos que no acabara nunca. Los partidos iban cayendo y los europeos ganando puntos. Así hasta el quinto. Cinco partidos y cinco victorias consecutivas que abrían el camino a un combinado europeo que, a partir de ese momento, empezó a creer de verdad en que el milagro podía producirse.
Sin embargo, a mi me dio la sensación que el cambio en el equipo europeo se produjo durante los dos últimos partidos de la última jornada de Fourballs, el sábado por la tarde. Primero Sergio y Donald y después Poulter y McIlroy sumaron dos puntos que dejaban el marcador en esos cuatro de diferencia que otorgaban algo de aliento a los de Olazábal.
Por la mañana las cosas se veían ya de otra manera y aunque Mcilroy casi pierde el tren de su partido -apenas llegó al campo 11 minutos antes de que tuviera que compitió a jugar- jugó como si llevara tres horas calentando. El número 1 del mundo demsotró su estatus y dió otro punto a una Europa, que con Seve empujando desde todos sitios vivió su jornada más feliz.
Esta Ryder será recordada siempre y los europeos la mantendrán viva mientras tengan memoria. Una memoria que siempre irá ligada a un mito, a Severiano Ballesteros.