Guillermo Salmerón | Miércoles 29 de agosto de 2012
Con el adiós de Ramón Sota el golf español pierde a uno de sus grandes pioneros. Ramón fue el primer español en jugar el Masters de Augusta y el origen primigenio de lo que en Cantabria es hoy una de las canteras más importantes del golf español. Después de Ramón Sota el golf español fue mucho mejor.
Antes de Ramón Sota el golf español se había basado en excelentes jugadores amaterus que desde los escalafones más bajos fueron haciéndose una carrera que llegó a lanzar un golf español que antes no existía.
Esos primeros pasos dados por aquellos primeros jugadores tuvieron una continuidad y un desarrollo perfecto en Ramón Sota. Un cántabro de pura cepa que vivió su amor con el golf de una manera espectacular desde su Pedreña natal. Como todos los que luego llegaron a jugadores en Cantabria, Ramón comenzó en el Real Club de Pedreña como caddie, llevando los palos al hombro y buscando bolas por la maleza.
Enseguida empezó a destacar y en sus manos había auténtica magia. Era un buen pegador, tenía un gran juego alrededor del green y no pateaba nada mal. Con esas armas, Ramón empezó a jugar, a competir y a destacar. Tanto que llegó a ser el mejor jugador de Europa antes de que se conformara lo que hoy conocemos como European Tour.
Pero antes ya había jugado el Masters de Augusta cuando aquí en España no sabíamos ni que existía. En la edición de 1965 llegó a ser sexto y sus participaciones en el Open Championship se cuentan por buenas actuaciones con varios Top-Ten que siempre lo situaron entre los mejores jugadores del mundo.
A lo largo de mi carrera profesional tuve la oportunidad de hablar varias veces con él. En aquellas charlas -una de ellas para el libro "18 hoyos con Seve", Ramón fue siempre una persona muy cordial, dispuesto a contestar todo lo que se le preguntara y, sobre todo, dejando clara su pasión por el golf.
Una pasión que supo llevar hasta la última brizna de hierba en su gran proyecto, el Club de Golf Ramón Sota, en la localidad cántabra de Agüero en donde hasta hace muy poco se pasaba los días enteros.
Ramón no tenía móvil. Si querías hablar con él lo tenías que hacer o muy por la mañana, antes de que se fuera al campo de golf, o por la noche, cuando llegaba después de una jornada de trabajo entre palos, historias de golf, amigos y viejos recuerdos.
En el libro "18 Hoyos con Seve" Ramón explicaba que cuando Seve tenía 13 o 14 años ya vió en él algo diferente. Tenía unas manos espectaculares para el golf y una forma de jugar que hacía ver cosas espectaculares. "Tu ganaras el Masters de Augusta", le decía, "pero tendrás que trabajar mucho" Y Seve siguió a pies juntillas sus consejos.
Ramón se pasaba el día dando bolas en el campo de prácticas y por la tarde, ya casi cuando caía el sol, las bols se quedaban en el otro lado del campo de practicas. Muy pronto, por la mañana, antes de que el propio Ramón las recogiera, Seve se iba al otro lado del campo y las devolvía a su lugar de origen.
Con Ramón Sota se va uno de los grandes ejemplos de superación, trabajo e ilusión por el deporte, en este caso el golf. Ramón ya tenía la Cruz de Isabel la Católica, que le dieron tras sus dos subcampeonatis del mundo en 1963 y 1965 con Sebastián Miguel, pero, desde luego, se merecería todas las medallas que existieran por ser un hombre honesto, tremendamente trabajador y buena persona, además de impulsor y pionero de un deporte que trás él y su brutal carrera es uno de los que más éxitos ha dado al deporte español. Descanse en Paz.