Guillermo Salmerón | Lunes 15 de agosto de 2011
Resulta sorprendente, con el nivel de juego de los profesionales de primer nivel que luchaban por la victoria en el cuarto Major de la temporada, que un absoluto desconocido de 25 años, con apenas media temporada en la PGA a sus espaldas lograra aguantar la presión por la victoria y conseguir el triunfo en esta cita trascendental. Pero el deporte es así y Keegan Bradley se ha metido ya de lleno en la historia del golf moderno.
Nacido el 7 de junio de 1986, Keegan Bradley lleva el golf en sus venas. Sobrino de Pat Bradley, jugadora perteneciente a la LPGA y miembro del Hall of Fame del golf estadounidense, éste joven de 25 años se ha convertido en el gran referente del golf norteamericano tras esta victoria en el cuatro torneo del Grand Slam de 2011.
Él ha sido, con los resultados en la mano, ese soplo de aire fresco que Estados Unidos necesitaba después de lo sucedido con Tiger Woods y tras los fallidos intentos de otros jugadores de ocupar una plaza que hasta ahora estaba vacante en el golf americano.
Con Bradley, el golf cuenta ya con otra gran figura que llega al panorama internacional con un bagaje extraordinario, con dos victorias, una de ellas en el PGA Championship, y con la sensación de que este muchacho llega para quedarse.
Este año es el primero que Keegan Bradley juega en la PGA después de haber conseguido la tarjeta del circuito tras terminar entre los 14 primeros clasificados del Nationwide Tour con diez topten en su carrera en este circuito menor. Y es que aunque no llegó a ganar ningún torneo si que rozó la victoria en varias ocasiones demostrando una gran regularidad y un juego más que suficiente para dar el salto a los grandes torneos.
En 2011, Bradley comenzó su primera temporada en la PGA. Y su bagaje no había sido nada malo a pesar de haber fallado 8 cortes en los torneios que hasta ahora había jugado. Pero esa cifra negativa se compensaba con las buenas posiciones que había conseguido y, sobre todo, con el triunfo en el Byron Nelson Championship que le daba su primera victoria -todavía como novato- y la tranquilidad de tener la tarjeta asegurada para mucho tiempo en el circuito de la PGA.
Pero además de ese triunfo, la temporada de este novato amante del beísbol, el fútbol americano y el baloncesto y seguidor de los Celtics, de los Red Sox y de los New Englenad Patriots, se ha visto adornada con una séptima plaza en el Bob Hope Classic, una novena en el Valero texas Open y una décimoquinta plaza en el Bridgestone Invitational.
Ahora, con estas cifras y estos resultados - es cuarto en la FedexCup pasando de la vigésimo cuarta plaza a la cuarta- da la sensación de que ya nadie habla de Tiger Woods. El golf americano tiene una nueva figura que cumple perfectamente lo que venían buscando desde hace tiempo: un chico jóven, con ambición, buen juego, que pueda ofrecer buenos resultados en el futuro y que no sea un icono mediático antes de empezar a ganar. Bradley ya tiene un Major, ha ganado un torneo en la PGA y en su primera temporada puede romper muchos más récords.
Con Bradley el golf americano gana enteros y pone otra ficha en el tablero del mejor golf mundial. Sus dos victorias esta temporada le van ha hacer subir muchos puestos en un Ranking Mundial que seguro le va a recibir en sus primeros puestos con los brazos abiertos.
Seguro que Bradley habrá celebrado con su familia su segunda victoria profesional comiendo mucha pizza, su plato favorito. Un triunfo que, además, sigue mejorando su récord de play-offs disputados. Sus dos victorias las ha conseguido después de dos desempates, pero lo de ayer fue soberbio y espectacular rindiendo ante sus pies a los más de 60.000 espectadores que presenciaron en directo la jornada final de un Major que es el primero que un jugador americano gana desde el Masters de 2010 conseguido por Phil Mickelson.