Josega Fernández | Lunes 11 de abril de 2011
El verde es el color de la esperanza, y esperanza es la que han tenido hasta 10 jugadores para ganar el Masters de Augusta, la chaqueta de ese color tan querido por el golf.
Había ganas por ver el Masters y de hecho no ha defraudado el primer Grande de la temporada. El más abierto de los últimos tiempos ha confirmado todas las sospechas y ya se pueden sacar las primeras impresines.
En primer lugar el dominio estadounidense ha terminado. Entre los diez mejores de esta 75 edición sólo tres son estadounidenses. Tiger, tercero, Bo Van Pelt, octavo y Ryan Palmer, décimo, una señal en una prueba en la que los estadounidenses habían acampado.
En segundo lugar hemos visto a Tiger Woods de nuevo motivado y agresivo, tanto que a veces se hace impertinente, como muchos números uno. Woods sigue a caballo entre la recuperación de lo que fue y la nueva vida que dijo en su día que iba a seguir, más consciente de lo que representa y más pendiente de sus seguidores.
En tercer lugar el desplome de Rory McIlroy, un norirlandés en el top ten mundial que había jugado tres días casi perfecto y en la última ronda le ha temblado el pulso de tal manera que a sus 21 años puede haberle hecho mucho daño de cara al futuro.
Entre los españoles, Jiménez ha tirado de experiencia de menos a más, mientras que Quirós ha logrado ser colíder y hacer un papel jueves y viernes muy destacado. Por su parte, Sergio, más triste el fin de semana, puede haber cogido algo de ritmo y más sensaciones, y Olazábal sin pasar el corte, habrá disfrutado al menos de un torneo del que es, por derecho, propiertario.
El golf así crea afición. Verde que te quiero verde.