Hace dos años Europa llegaba a Estados Unidos como clarísima favorita a la victoria final. Llevaban los del viejo Continente casi una década dominando una competición en la que Estados Unidos había sido siempre el equipo más fuerte, pero ahora las tornas se habían dado la vuelta y, claro, desde Estados Unidos daba la sensación que la Ryder empezaba a no interesar.
Resulta curioso como el golf en Estados Unidos ha ido creciendo a fuerza de incluir entre sus jugadores a profesionales de medio mundo que han subido el nivel de sus propios jugadores, de los torneos y de las competiciones. Que hubiera sido de la PGA sin hombres como Jumbo Ozaki, Greg Norman, Nick Faldo o Gary Player. Después, y más recientemente, Ballesteros, Casey, Donald, Poulter y muchos más que han ido creciendo allí y aportando muchas cosas.
Ellos también se han traído experiencias, sabiduría, buen juego y secretos que han hecho que el golf europeo mejorase su nivel. Tanto como para ser en los últimos años los dominadores en una competición que, gracias a esos triunfos, ha crecido mucho más en Europa que en América.
La pasión de la Ryder en Europa es desmedida. En Italia están como locos por la presencia de los dos hermanos Molinari en el equipo, en Irlanda saben que esta edición va a ser para ellos histórica, con un Rory McIlroy que será, seguro, uno de los bastiones del equipo. Suecia está encantada por tener en Peter Hanson un representante en el torneo y España está triste todavía viendo como Sergio García, uno de los mejores jugadores de la Ryder Cup de la historia, se tendrá que conformar con participar en el equipo desde una de las vice capitanías, pero al mismo tiempo está feliz por saber que Jiménez se convertirá en el alma de este equipo y si Jiménez está ahí, Europa tiene algo que los americano ni saben lo que es.
Otra de las ventajas del equipo europeo será, esta vez sí, su capitán. Si hace dos años fue Faldo el que capitaneó al equipo llevándolo claramente a la derrota, en esta ocasión parece que Montgomerie ha nacido para este cargo. Ha gestionado muy bien las elecciones, ha hecho su trabajo concienzudamente durante casi dos años y el único lunar que ha tenido -la elección de Harrington en vez de Casey- podrá o no ser un acierto. Ha sido su lección y habrá que creerle, por lo menos hasta que termine la Ryder Cup.
Todo hace indicar que esta Ryder Cup será la mejor de la historia. No quedan entradas en Celtic Manor, en País de Gales, para verla en directo y cerca de 300 millones de telespectadores la seguirán por la televisión, convirtiéndose en el tercer acontecimiento televisivo más seguido en las pantallas de televisión, tras los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol.
Si hubiera que pedir un deseo, yo lo tengo claro: que Europa gane la Ryder y que en el último partido Jiménez juegue con Tiger Woods y “el Pisha” meta el último putt de la victoria. Por pedir que no quede, pero no me digan que no es un sueño bonito.