Amateurs

Lerma, cordero y Saldaña

Guillermo Salmerón | Lunes 02 de agosto de 2010
La idea me venía rondando la cabeza desde hacía algunas semanas y por fin, justo antes de vacaciones, la llevamos a la práctica. La iniciativa, sencilla pero arriesgada: en 15 horas jugar dos campos y 36 hoyos como Lerma y Saldaña, comer un exquisito cordero en Lerma y hacer casi 400 kilómetros ¿Daría tiempo disfrutando de la jornada? La respuesta es sí. Los protagonistas: Luis Corralo, fotógrafo de golf; Sinacio, humorista; Javier Pinedo, comentarista de Golf +, y yo mismo, como testigo de la gesta.

07,00, Jarama Race: Quedamos los cuatro a la salida de Madrid para ganar 30 kilómetros en nuestra llegada a Lerma. El día es precioso. No hace viento y la temperatura a esas horas todavía no es calurosa. Los cuatro quedamos en el punto de reunión con cara de sueño, los palos listos y bermudas y polo como uniforme de faena. Ninguno de los cuatro ha desayunado todavía. Nos hemos levantado a las seis de la mañana y convenimos en que lo mejor es tomar algo en Lerma. Metemos las cuatro bolsas en uno de los coches y aunque vamos algo apretados preferimos salir todos en el mismo vehículo.




La noche se va y aparecen los primeros rayos del amanecer cuando ya estamos en la ruta. La conversación comienza con un ¿Seremos capaces? La respuesta unánime: “Si…podemos”.








Por delante hay 160 kilómetros que hacemos en apenas hora y media. Sin correr pero con buen ritmo. Respetando la velocidad llegamos a Lerma sin novedad ya con calor y con muchas ganas de jugar al golf. Todo está listo y en el Club de Golf de Lerma nos esperan con los brazos abiertos pero con la cafetería cerrada.



08,45, Club de Golf de Lerma: Acaban de abrir el campo y ya vemos a alguien que ha madrugado más que nosotros. Hay gente por el campo y nosotros, todavía estirando nuestros cuerpos, empezamos a bajar las bolsas del coche. Nos dirigimos raudos a la cafetería pero todavía estaba cerrada. Hasta las nueve nada, así que empezamos a gestionar nuestra salida. Dos bugies que cargamos con las cuatro bolsas, las tarjetas y las ilusiones intactas. Los cuatro estamos en forma. Todo está listo para comenzar y a las nueve en punto, la puerta de la cafetería se abre de par en par. Un café, unas magdalenas, el repaso de la prensa y a jugar.


                                                                                                                                                              

09.15, La bola pinchada en el tee del 10. Nuestros planes se trastocan un poco. Esa misma mañana están pinchando los greenes de los hoyos 1 al 9, así que no podemos jugar la primera parte del recorrido. No hay problema. Desde el club nos dan la mejor solución. Daremos dos vueltas del 10 al 18 y a la una y media el cordero estará preparado. Los primeros golpes no son malos a pesar de no haber dado una bola en el campo de prácticas y de no haber calentado ni estirado, incumpliendo todas las normas del sentido común en ese aspecto. El 10, el 1 para nosotros, se salda con dos pares y dos bogeys. Jugamos por parejas y con dinerillo de por medio -poco eso si-. Las magdalenas y el café empiezan a surtir efecto. La temperatura perfecta, 25 grados, suave brisa y el campo como siempre, maravilloso. Nos espera un gran día.







13,35, primera etapa cubierta. No ha habido muchos birdies pero lo hemos pasado fenomenal. Los segundos nueve hoyos de Lerma son espectaculares y el 18 una especie de atracción fatal de 270 metros que premia a los más valientes y castiga a los cobardes. Esa mañana tuvimos dos oportunidades para llegar a green de uno y Pinedo y yo lo conseguimos. Sinacio se fue al agua y Corralo jugó a la calle de la derecha asegurándose el birdie ganador.



Después de nuestra primera etapa descargamos las bolsas y volvemos a meter el material en el coche. En el restaurante, con el horno a toda leña y el cordero ya crujiente, nos espera Alfonso Gil, gerente de Lerma con los brazos abiertos y con su mejor sonrisa. “Estáis locos”, nos dice nada más vernos. Compartir mesa y mantel en su casa es para nosotros un privilegio. Con el cordero nos tomamos una morcilla de Sotopalacios que hace llorar de placer, y una ensalada de lechuga y cebolla que debe de tener truco porque no puede estar más sabrosa. De postre, melón y café con hielo. Nos espera Saldaña y no hay que alargar la sobremesa.






 

16.00, Saldaña, un paraíso por descubrir. De Lerma a Saldaña hay apenas 20 kilómetros que recorremos en compañía de Alfonso, que nos va guiando. Con él charlamos del increíble paisaje de Lerma, de su coqueta casa club, de su maravilloso restaurante, del camino que han recorrido en estos años y del éxito de la iniciativa de golf y cordero. Lerma se ha convertido en referencia del golf español y ahora, con Saldaña, mucho más.



Llegamos al campo y Alfonso ejerce, una vez más, de anfitrión. Vamos bien de tiempo, aunque cierto sopor nos invade al pensar que tenemos que jugar 18 hoyos más. El buggie nos da fuerzas para seguir. Volvemos a descargar las bolsas, cargamos de nuevo y pinchamos nuestras bolas en el majestuoso tee del 1 de Saldaña. Para empezar un par cuatro realmente espectacular y exigente.



En Saldaña hace más brisa que en Lerma, casi viento, pero el espectáculo es inigualable. ¡Que campazo, que maravilla! Alfonso nos deja y seguimos la aventura en solitario. Jugamos los dieciocho hoyos disfrutando cada golpe, del paisaje, de los mejores greenes que pueda haber hoy en España y de un campo que si no conoce debería de visitar a la mayor brevedad posible.








Lo del resultado es lo de menos. En los últimos cinco hoyos empezamos a notar el cansancio pero en juego hay varias apuestas cruzadas y nadie quiere perder. Lo damos todo y nos encontramos con el 18. Un par cuatro exigente cuesta arriba y con un green muy peleón. Los bunkers son complicados pero ninguno está puesto de manera gratuita. El campo es de diez y nosotros estamos derrengados.



20.00. Una merienda y a casa. Estamos muertos, literalmente. El viento y la paliza que llevamos encima se han encargado de ponernos en nuestro sitio. Cargamos los palos por enésima vez en el día. Nos tomamos un refresco y algo de picar -todavía nos acordamos del cordero- y viajamos hacia Madrid. No hay mucho tráfico pero el viaje se nos hace algo más largo a la vuelta. Sinacio, roto, cae dormido, Pinedo piensa en los programas que tiene que hacer el jueves antes de irse de vacaciones y Luis y yo seguimos comentando los golpes que hemos dado en los dos campos y la realización de este reportaje.








22,05. Llegamos al punto de reunión. Pasan cinco minutos de las diez de la noche ¡Lo hemos conseguido! 15 horas, 400 kilómetros, 36 hoyos, más de 300 golpes, 2 campos de golf, 4 amigos, muchas risas y una gran comida con el mejor cordero de Burgos ¿Se atreve? Yo desde, luego se lo recomiendo, aunque tardaré tiempo en volver a hacer algo así.