Sin embargo, con la victoria de La Roja en el Mundial de Sudáfrica debo de reconocer que el deporte rey, el fútbol, se ha vuelto a meter en mis venas como cuando tenía 15 años. En esos días iba cada 15 días al Santiago Bernabéu y me chupaba lo que echaran. El Madrid ganaba casi siempre y desde el tercer anfiteatro, con los bolsillos llenos de pipas y una flauta de chorizo bajo el brazo para el descanso, era el chaval más feliz del mundo.
Aquellos años pasaron, vi ganar la séptima en color, la octava, la novena, vi a la selección ganar los Juegos Olímpicos e incluso hace dos años me creí el tipo más feliz del mundo cuando España ganó la Copa de Europa en Austria. Inocente. Ni siquiera pensaba lo que podría ser vivir la emoción de una Copa del Mundo… qué les voy a contar.
Con esta victoria me entran las dudas. Las más terribles ¿Qué preferiría ver en una televisión si sólo hubiera una cadena y una sola tele en donde estuviera? ¿Qué elegiría si pusieran a la misma hora la final del mundial de futbol con España jugándose el triunfo, ó los últimos hoyos del Open Británico con un español frente a Tiger Woods porfiando por la Jarra de Clarete? La verdad es que no lo sé. ¿Y usted, qué vería?
La respuesta solo está en su pasión. Afortunadamente, ahora hay decenas de canales de televisión. Cuando yo tenía 15 años sólo había dos, la primera y la segunda y yo nunca tenía el mando.