Una vez que uno llega a la puerta de Valle Romano, en Estepona, en Málaga, y se encuentra de frente con la impresionante casa club que preside la finca, se da cuenta del espectacular proyecto en el que está. En esa casa club, inaugurada hace unos días por José María Olazábal y Gonzalo Fernández Castaño, se aúnan sueños, esperanzas, ilusiones y visión de futuro para un complejo que será uno de los grandes campos de golf de nuestro país en no muchos años.
Como todo campo de golf, su madurez llegará dentro de unas temporadas. Habrá que ser paciente, tratar el complejo con mimo, ver cómo va creciendo y con el apoyo de todos hacerlo cada vez mejor. “Los campos son seres vivos”, decía José María Olazábal en la presentación e inauguración del complejo. Y tiene toda la razón. Cada semana que pase el campo será un poco mejor, estará más hecho y los aficionados disfrutarán aún más. Ahora, cualquier fallo o falta tiene excusa y perdón y hay que ser comprensivo con quienes trabajan día a día por sacar ese proyecto adelante. Sin nosotros, los aficionados, los campos no se transforman, no cambian. Y nosotros, sin los campos no somos nada.
Es por esa razón que entre todos tenemos que sacar todos los proyectos que hoy hay en día en nuestro país. El nuevo campo de la Federación Madrileña, los de La Moralejka, otros tantos en La Costa del Sol, el de Aljete para la Ryder del 2018. Todos son proyectos importantes y todos necesitan de nuestra ayuda para salir adelante. El de Valle Romano ya tiene mucho recorrido hecho pero, seguramente, le queda mucho aún por recorrer.
Es cierto que tiene muy buen pinta, que es un gran recorrido, divertido, ameno y exigente y que parte con la ilusión de quienes lo han levantado para hacerlo aún más grande. Dijo su diseñador, Cabell B. Robinson, en la inauguración que “sus promotores -es decir la Kutxa- le han echado muchos cojones para seguir adelante” y tiene razón. Sin ellos Valle Romano no existiría y hoy es ya una gran realidad que mejorará muchísimo en los próximos años. Enhorabuena.