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Chema espera su día de suerte

Guillermo Salmerón | Domingo 25 de octubre de 2009

Para ganar un torneo de golf en el Circuito Europeo hay que estar al ciento diez por ciento y, además, tener un poco de fortuna. Si encima juegas bien y estás tocado por la diosa fortuna el triunfo puede ser tuyo. José María Oalzábal hace tiempo que no está a esos niveles pero sigue esperando su día.
 



El último año, o quizá los dos últimos, o los diez últimos, da un poco lo mismo, han sido muy duros para José María Olazábal. Tan duros como pasar de ser uno de los grandes jugadores mundiales a al ostracismo, a no tener publicidad en tu gorra o en tu bolsa e incluso a que no te traten en los campos igual que cuando todavía estaban frescas las victorias en los torneos, sus dos chaquetas verdes o sus memorables actuaciones junto a Severiano Ballesteros en la Ryder Cup.






 

El día a día de José María Olazábal ha cambiado un poco. Le sigue doliendo el cuerpo, entero, casi cada hueso, sobre todo cuando juega al golf y cuando lo sigue intentando para estar al nivel de sus compañeros. Para Olazábal quedar entre los diez primeros un día es como si otro cualquiera hiciese diez bajo par. Jugar por debajo del par, hacer birdies y ganarle al campo es una aventura que muy pocos podrían comprender, sobre todo si cuando uno se levanta y apenas puede ponerse en pie y sólo espera que no haga demasiado frío o que las articulaciones respondan a un 70 u 80 por ciento.

 

La vida profesional de José María Olazábal en los campos de golf se va apagando poco a poco. Él lo sabe, es consciente de ello e intenta llevarlo de la mejor manera posible.

 

Quizá algún día pueda tener un día de suerte, encadenar tres o cuatro jornadas buenas y volver a ganar. Ya le pasó hace años y volvió a lo más arriba, pero cada año que pasa es más difícil. Ya no vale con un día de suerte. Tienen que darse muchos más condicionantes para que pueda jugar bien, para que los resultados le acompañen y para que su cuerpo este de acuerdo en todo lo que su cerebro quiere hacer.

 

Esta semana no le han ido mal las cosas en casa de su amigo Sergio. El otro día en Madrid tampoco. Además, recibió miles de abrazos simbólicos de los aficionados al golf que se alegraron de verle jugar y pasar el corte. Ese es el gran objetivo de Chema a día de hoy. Poder pasar cortes, seguir jugando de vez en cuando y aguantar todo lo que pueda. La realidad es que ya no puede ir a más médicos, seguir más tratamientos, esforzarse más o ser más agradable.






 

Hace ya algún tiempo, creo que fue el año pasado, en el Andalucía Masters de Aloha, Chema había fallado el corte y seguía echando horas en el campo de prácticas y dando decenas de golpes aprovechando que la espalda, las manos y las rodillas no le dolían.
¿Qué tal Chema, cómo vas?, pregunté al ver el tremendo esfuerzo que hacía con cada driver que pegaba.
“Ya ves –contestó sin dejar de mirar a la bola- “intentando salir del hoyo”.
Independientemente de sus resultados y de lo que pueda jugar, Olazábal es un grande de este deporte y todavía le quedan muchas cosas por hacer, entre ellas, por cierto, ser capitán de la Ryder Cup. La otra seguir diseñando campos, que lo hace muy bien y es ya uno de los grandes. Sú último proyecto está en España, en Segovia. Son dieciocho hoyos espectaculares que se están construyendo al norte de Madrid. El campo, ya lo irán oyendo, se llama La Faisanera Golf y quienes han tenido la oportunidad de ver el campo, el recorrido y el diseño dicen que se parece mucho al Real Club de Golf de Sevilla y que será una de sus grandes obras. Seguro. Si algo tiene Chema son conocimientos y magia par hacer bien lo que se propone. Jugar ya lo sabemos: un diez y como diseñador, junto a José Luis Bastarreche, uno de los mejores del mundo.